viernes, 30 de noviembre de 2012

Los Valdenses





Los historiadores católicos y protestantes no concuerdan en cuanto a los orígenes de los valdenses. Los primeros consideran a los valdenses como un fenómeno aislado que surgió repentinamente a fines del siglo XII bajo la dirección de un francés de Lyon llamado Vaudes, Valdés, Waldo o Pedro Valdo. En cambio, muchos protestantes afirman que los valdenses constituyen un eslabón en la cadena continua de disidentes que surgieron entre la época del emperador Constantino (siglo IV) y los reformadores protestantes del siglo XVI. Algunos historiadores protestantes opinan que el nombre de valdense, aplicado también a los procedentes del país de Vaud, se deriva de la palabra latina vallis, que significa 'valle', y se refiere al hecho de que aquellos disidentes a quienes se perseguía con persistencia como herejes se vieron obligados a refugiarse en los valles alpinos de Francia e Italia. La verdad parece ser que Valdo y sus seguidores llegaron a ser el punto de reunión para grupos similares de perseguidos por la iglesia católica, algunos de los cuales habían estado en las sombras por largo tiempo. Evidentemente, la separación de la Iglesia Ortodoxa en el siglo VII ya había creado en la Iglesia primitiva un cisma, aun cuando el protestantismo no comulgue en casi ninguna de las ideas de esta iglesia.

En este sentido, los mismos valdenses primitivos (previos a la Reforma Protestante) se consideraban a sí mismos como un remanente fiel de la verdadera Iglesia Cristiana tras la época del papa Silvestre (314-335 d. C.).


Pedro Valdo era un comerciante adinerado de Lyon que estaba casado y tenía dos hijas. Siendo hombre devoto y católico practicante, tras la muerte repentina de un conocido pidió a un amigo teólogo que le diera consejo de las Escrituras en cuanto a lo que debía hacer para agradar a Dios. En respuesta, su amigo citó el evangelio de Mateo 19:21, donde Jesús dijo al joven rico: "Si quieres ser perfecto, ve, vende tus bienes y da a los pobres y tendrás tesoro en el cielo y, ven, sé mi seguidor."

La leyenda continúa diciendo que Valdo tomó a pecho este consejo. Así, después de proveer para el sustento de su esposa y colocar a sus dos hijas en un convento, comisionó a dos sacerdotes, Etienne d'Anse y Bernard Ydros, para que tradujeran los Evangelios y otros libros de la Biblia al idioma vernáculo —el occitano— que se hablaba en las regiones de la Provenza y el Delfinado (actualmente, el sudeste de Francia). Entonces distribuyó el resto de sus posesiones entre los pobres y se puso a estudiar las escrituras. Además, predicó en las calles de Lyon, invitando a los habitantes a que despertaran espiritualmente y regresaran al cristianismo según él lo entendía en las Escrituras. Se dice que ponía énfasis en la declaración de Jesús: "No podéis servir a dos amos, a Dios y al Dinero" (Mateo 6:24, Lucas 16:13).

Puesto que Valdo había sido bien conocido como próspero hombre de negocios, muchas personas le escucharon y pronto tuvo un grupo de seguidores. Les alegró oír el mensaje consolador de la Biblia en su propio idioma, pues hasta entonces la iglesia católica romana no había consentido que se tradujera la Biblia a otro idioma con la excepción del latín, alegando el alto costo, pues copiar a mano cada Biblia le tomaba a un monje un mínimo de 3 años. Muchas personas convinieron en renunciar a sus bienes y dedicarse a enseñar la Biblia en el idioma de la gente común. Se les llegó a conocer como los "Pobres de Lyon". Para ellos, cualquier cristiano, fuera hombre o mujer, podía predicar siempre y cuando tuviese suficiente conocimiento de las Escrituras.

En el movimiento valdense debe verse la fusión de varios movimientos religiosos separados de la iglesia oficial, cuyos adherentes se llamaron, respectivamente, Petrobrusianos, de Pedro de Bruys, Enricianos, de Enrique de Lausana, Arnaldistas, de Arnaldo de Brescia, Pobres de Lyon (después Valdenses) de Pedro Valdo.

Aquella predicación laica hizo que en 1179 el papa Alejandro III, al que el propio Valdo había apelado, prohibiese a Valdo y sus seguidores predicar sin el permiso del obispo local. El obispo Bellesmains de Lyon rehusó dar su consentimiento por considerar que se estaba predicando un evangelio diferente. Los registros históricos indican que, ante esta proscripción, Valdo respondió a la jerarquía usando las palabras de los Hechos de los Apóstoles: "Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres."

Valdo y sus asociados continuaron predicando pese a la amenaza de excomunión y persecución. Así, el papa Lucio III los excomulgó en 1184 y el obispo de Lyon los expulsó de la diócesis.

El edicto de excomunión, que se extendió contra ellos en el año 1181, les obligó a salir de Lyon, lo que fue beneficioso para su causa. Pedro Valdo llegó hasta Polonia en la misma frontera de Rusia, donde murió en 1217 después de cincuenta y siete años de predicación de las doctrinas valdenses.


Los valdenses recorrieron con ánimo misionero el sur de Alemania, Suiza, Francia y llegaron a España, donde formaron grupos de cristianos disidentes de Roma en las provincias del norte y sobre todo en Cataluña. El hecho de que dos concilios y tres reyes se hayan ocupado de expulsarlos de España demuestra que su número tenía que ser considerable.

El clero, impotente para detener el avance y, alarmado, pidió al papa Celestino III que tomase medidas contra este movimiento. El papa mandó un delegado en 1194, que convocó la asamblea de prelados y nobles en Mérida, asistiendo personalmente el mismo rey Alfonso II de Aragón, quien dictó el siguiente decreto:

    "Ordenamos a todo valdense que, en vista de que están excomulgados de la Santa Iglesia, son enemigos declarados de este reino y tienen que abandonarlo, e igualmente todos los estados de nuestros dominios. En virtud de esta orden, cualquiera que desde hoy se permita recibir en su casa a los susodichos valdenses, asistir a sus perniciosos discursos o proporcionarles alimentos, atraerá por esto la indignación de Dios Todopoderoso y la nuestra; sus bienes serán confiscados sin apelación y será castigado como culpable del delito de lesa majestad; además cualquier noble o plebeyo que encuentre dentro de nuestros estados a uno de estos miserables sepa que si los ultraja, los maltrata o los persigue, no hará con esto nada que no nos sea agradable".

Desde entonces, la persecución se hizo sentir con violencia, y en una sola ejecución 114 valdenses fueron quemados vivos y sus cenizas echadas al río Ter en Gerona. Sin embargo, muchos lograron esconderse y seguir secretamente su predicación en el reino de León, Vizcaya y Cataluña, pues al contrario de lo que decretaba la orden real, los veían con costumbres austeras y anunciando de manera sencilla y llana el Evangelio, y hasta se menciona al obispo de Huesca, uno de los más notables prelados de Aragón, como protector decidido de los perseguidos valdenses. Pero las persecuciones contra ellos no cesaron, llegando a su apogeo por el año 1237, cuando 45 fueron arrestados en Castellón y 15 de ellos quemados vivos en la hoguera.


Como consecuencia de las persecuciones, estos disidentes del siglo XII se refugiaron en los Alpes y por toda la Occitania.

Los registros históricos muestran que, a principios del siglo XIII, podían hallarse valdenses no sólo en el sur de Francia y el norte de Italia, sino también en el este y norte de Francia, Flandes, Alemania, Austria y hasta en Bohemia, donde se dice que Valdo murió en 1217.

Desde el año 1200 hubo en Alsacia y Lorena tres grandes centros de actividad misionera. En Metz, el barba (pastor) Crespin y sus numerosos hermanos confundían al obispo Beltrán, quien en vano se esforzaba por suprimirlos. En Estrasburgo, los inquisidores mantenían siempre el fuego de la intolerancia contra la propaganda activa que hacía el barba Juan y más de 500 valdenses que componían la iglesia perseguida de aquella ciudad.

En Bohemia, donde Pedro Valdo terminó sus días, los resultados de la obra misionera valdense fueron fecundos y es muy probable que las prédicas valdenses influyeran sobre el sacerdote católico checo Jan Hus y dieran así origen a la iglesia de los husitas.

A mediados del siglo XIII, el inquisidor de Passau —Baviera— nombraba 42 poblaciones donde los valdenses habían echado raíces; y en Austria, el inquisidor Krens hacía quemar a principios del siglo XIV 130 valdenses. Se cree que el número de ellos en Austria no bajaba de 80.000.

En Italia, los valdenses estaban diseminados y bien establecidos en todas partes de la península. Tenían sedes en las grandes ciudades y un ministerio itinerante perfectamente organizado. En Lombardía, los discípulos de Arnaldo de Brescia, gran opositor del papa a pesar de que nunca llegó a separarse de la Iglesia Católica Romana, y que fue quemado vivo en 1155, se unían fácilmente a los valdenses cuando éstos les predicaban el Evangelio. En Milán poseían una escuela que era centro de una gran actividad misionera.

En Calabria se establecieron muchos valdenses del Piamonte en 1300 en Fuscaldo y Montecarlo. Habían conseguido cierta tolerancia y les permitían celebrar secretamente sus cultos con tal de que pagaran los diezmos al clero.

En tres de los valles del Piamonte, Lucerna, Perusa y San Martín, los valdenses formaron pueblos enteros en las primeras décadas del siglo XIII. Perduran comunidades valdenses en los valles orientales de los Alpes Cotios, en especial en la cuenca alta del río Dora Riparia, teniendo sus principales centros en las ciudades de Oulx y Susa. Por ese motivo, estos pequeños valles del Piamonte son conocidos como Valvaldenses o Valles Valdenses, hablándose allí aún el occitano e incluso el arpitano.

Estos datos históricos que poseemos de la abundante literatura producida por los valdenses prueban que el protestantismo —aún sin ese nombre— tuvo un origen anterior a Lutero: más de 340 años antes de que se produjese el movimiento espiritual de la Reforma, existían ya muchos cristianos que no comulgaban con los dogmas de la Iglesia Católica Romana.


El maestro valdense alemán Federico Reiser abandonó en 1426 el pacifismo valdense y se unió al ejército taborita que avanzaba hacia Viena y en 1431 fue ordenado como ministro husita de la Palabra. Él y su esposa Ana Weiler fueron ejecutados en Estrasburgo en 1458, pero su influencia se extendió a muchos valdenses italianos y franceses de los Alpes, que llegaron a sentirse identificados con el husismo taborita, y en 1483 se levantaron contra el duque Carlos I de Saboya. En cambio, algunos valdenses de la época, como el hermano Lucas de Praga, se unieron a los husitas moderados.

En 1526 se celebró en Laus un sínodo, en el cual se discutieron las ideas de la Reforma protestante. Una opinión sostenía mantener los vínculos con los husitas; otra, acercarse a la Reforma suiza y otra a Lutero. El barba Martín Gonin difundió los escritos de Lutero y encabezó al sector partidario de unirse al protestantismo y distanciarse de los husitas.

El sínodo de Merindol (Provenza) en 1530 se orientó hacia los reformadores suizos. Luego en el sínodo de Chanforan en 1532 y a propuesta de Jorge Morel, adoptó una nueva confesión de fe acorde con la Reforma suiza. Se apartó de esta decisión una minoría dirigida por Daniel de Valencia y Juan de Molines; congregaciones del valle del Po, Calabria y Apulia tampoco aceptaron la decisión del sínodo y en algunos casos se sumaron al movimiento anabaptista. Sin embargo, la mayoría de los valdenses se unieron después al protestantismo, al considerar que en lo fundamental compartían la misma fe.

En época reciente, el ya fallecido papa Juan Pablo II pidió perdón a los valdenses en una reunión que tuvo con ellos en Asís.


Tradicionalmente se ha atribuído a este movimiento una notable influencia dualista. Los valdenses primitivos rechazaban la veneración de imágenes, la transubstanciación, la existencia del Purgatorio, la veneración a María, las oraciones a los santos, la veneración de la cruz y de las reliquias, el arrepentimiento de última hora, la necesidad de que la confesión se haga ante sacerdotes (ellos practicaban un tipo de confesión ante Dios guiados por sus “barbas” o predicadores itinerantes), las misas por los muertos y las indulgencias papales. Además, rechazaban como ajenos al Evangelio el bautismo de infantes (aunque no todas las congregaciones valdenses, lo que plugo mucho a Lutero que sí estaba por el bautismo infantil), la pena de muerte (aunque en esto hay muchas dudas, ya que plantearon estas cuestiones a los Reformadores del siglo XVI) sobre si era o no lícita la pena de muerte y si les era lícito lit. "matar a los infiltrados que les denunciaban y entregaban al "Anticristo" -para ellos la iglesia Romana-" , el uso de armamentos y la participación en guerras.

Sin embargo, en lo referente al celibato del clero, algunos valdenses anteriores a la Reforma protestante estimaban que para ser parte del cuerpo de predicadores itinerantes (o “barbas”) había que vivir una vida célibe, por lo que se abstenían de relaciones sexuales y del matrimonio. Tenían también -como ellos mismos documentan- un grupo de mujeres vírgenes dedicadas al Señor. Tras el concilio que se planteó para abrazar o no la Reforma en el siglo XVI, del que se da cuenta arriba, rechazaron el celibato obligatorio como "doctrina diabólica".

Los predicadores itinerantes o “barbas” eran escogidos de entre los fieles valdenses (principalmente gente de muy humilde extracción y campesina), a los que se les apartaba durante los meses de invierno para enseñarles a leer y escribir, y tenían que aprender de memoria el Evangelio de Mateo y el de Juan, así como las epístolas universales y las paulinas pastorales (a Tito, Timoteo, etc.), para lo cual tardaban alrededor de dos años. Posteriormente, según alguna fuente, se apartaban durante dos años en un lugar secreto del norte de Italia donde hacían voto de castidad, tras lo cual pasaban a formar parte del cuerpo de los “barbas”.

Si bien antes de abrazar la reforma practicaban de una manera muy sencilla los siete sacramentos de Roma, pues practicaban una especie de confesión con los “barbas”, la imposición de manos, oraciones a ciertas horas y otros, posteriormente por influencia de los reformadores del siglo XVI aceptaron sólo dos: el bautismo, "abierta confesión de nuestra fe y del cambio de nuestra vida", y la comunión o Cena, en que con fe, amor y autoexamen, recibimos el pan y el vino, ya que nosotros también llegamos a ser parte del cuerpo y sangre de Cristo". Consideraban el matrimonio como "bueno, santo e instituido por Dios, de manera que a nadie se debe prohibir casarse" (en alusión a la prohibición católica del matrimonio de los sacerdotes y al rechazo de los cátaros a la sexualidad y la procreación), aunque estimaban la castidad como un don que, como hemos comentado, sólo practicaron, antes de la Reforma, algunos de los predicadores valdenses.

Los valdenses rechazaron el ejercicio por parte de la iglesia de poder estatal, de jurisdicción temporal, la imposición de la fe a la fuerza o la dominación por las armas. También rechazaron el uso de imponentes y elegantes edificios religiosos. Hacían un alegato particular a la renuncia de los bienes materiales en favor de los menos privilegiados, como lo hizo su fundador.

En su obra de predicar, los valdenses primitivos enseñaban la Biblia y daban mucha importancia al Sermón de la montaña y al Padre nuestro, en los cuales se muestra que el reino de Dios es lo que se debe buscar principalmente y lo que se debe pedir en oración (Mateo 6:10,33). Sostenían que cualquier cristiano, fuera hombre o mujer, que poseyera suficiente conocimiento de la Biblia estaba autorizado para predicar la "buena nueva" (el Evangelio). Además, consideraban a Jesús como el único mediador entre Dios y el hombre. Puesto que Jesús había muerto una vez para siempre, sostenían que un sacerdote no podía repetir este sacrificio celebrando una misa. Los valdenses primitivos conmemoraban la muerte de Cristo, tal como lo hacen hoy en día, utilizando pan y vino como símbolos.

Los valdenses primitivos sostenían que no era necesario ir a una iglesia para adorar a Dios. Celebraban reuniones clandestinas en establos, hogares particulares y dondequiera que pudieran hacerlo. Durante estas reuniones estudiaban la Biblia y preparaban nuevos predicadores, los cuales acompañaban a los más experimentados. Viajaban por parejas de granja en granja y, cuando estaban en los pueblos y aldeas, iban de casa en casa.


El centro administrativo de la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata se encuentra en la localidad de Colonia Valdense, en el departamento de Colonia, República Oriental del Uruguay, ubicada a 121 km de Montevideo y a 57 de Colonia del Sacramento. En 1969, la iglesia estableció en Barrio Nuevo un lugar de reunión y lectura de la Biblia, que por las necesidades se transformó en un comedor comunitario para sábados y domingos, para 500 familias pobres. La actividad misionera ha llevado a la incorporación de nuevas personas, que no tienen que ver con las raíces valdenses, a los que llaman "nuevos valdenses".

Las primeras familias valdenses llegaron al Uruguay en 1856. A partir de esa fecha se produjeron diversas migraciones, principalmente a la República Argentina y en especial a la región sur de la provincia de La Pampa en la localidad de Jacinto Arauz, lugar al que llegaron alrededor de 1901.

Actualmente la Iglesia Evangélica Valdense del Río de la Plata está compuesta por unas quince congregaciones en Uruguay y diez en Argentina, con unos 3.000 miembros activos.









No hay comentarios:

Publicar un comentario